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¡Bienvenidxs a una nueva publicación! Se ha hecho de rogar pero ya está aquí… Y os avisamos: es una señora publicación. Es por ello que nos hemos demorado un poco más ya que es mucha la información recogida a continuación.
En esta ocasión no os traemos una obra en concreto, sino un artista. Analizamos la vida y las obras de Antonio Canova, uno de los mayores escultores habidos y por haber. ¡Seguro que alguna de las estatuas o monumentos que vamos a comentar te suenan! Si es así, déjanoslo en los comentarios.
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B. Pascal
👨🎨 Presentación del artista
Antonio Canova (Possagno, 1757 - Venecia, 1822) fue un escultor y pintor italiano perteneciente al movimiento neoclásico y con influencias del romanticismo.
El estilo de sus obras está inspirado, mayormente, en la Antigua Grecia. Sus espléndidas obras le abrieron paso al éxito: fue considerado el mejor escultor europeo desde Bernini.
Pese a no tener discípulos como tal, sí tuvo una gran influencia en el arte de la escultura en toda Europa. Fue un referente para toda su generación y durante el siglo XIX, fundamentalmente entre los iguales de la Academia.
Era un apasionado del arte italiano, ya fuese antiguo o moderno, y trató por todos los medios que las obras no acabaran en colecciones de otros países. Esto le llevó a coleccionar todo tipo de antigüedades.
Siendo un ejemplo a seguir tanto profesional como personalmente, Canova llevó a cabo varios actos de apoyo a artistas noveles.
Tal vez estas acciones, junto a su don, le impulsaran a ser director de la Academia de San Lucas de Roma e inspector general de Antigüedades y Bellas Artes de los Estados Pontificios. También le otorgaron varios premios y fue reconocido como noble por el Papa Pío VII, quien le designó como marqués de Ischia.
Debido al apogeo del modernismo, Antonio Canova pasó a un segundo plano cayendo así en el olvido. Pero a mediados del siglo XX resurgió y recuperó el reconocimiento que tantos años le llevó forjar.
👶👨 Biografía
Primeros años
Antonio Canova era hijo de Maria Angela Zardo Fantolini y Pietro Canova. Tanto el padre como el abuelo, Pasino Canova, compartían profesión: canteros. Cuando Pietro murió en 1761, el abuelo, que era dueño de una cantera, se especializó en altares con estatuas de mármol y relieves bajos, que siguieron el estilo barroco tardío. Pasino llevó a su nieto a convertirse en escultor. Antes de cumplir diez años, el pequeño comenzó a tallar mármol y a hacer modelos en arcilla. Cuando tenía 9 años, produjo dos santuarios de mármol de Carrara que todavía existen. Después de estas obras, el abuelo siguió encargándole trabajos.
En vista de la valía del muchacho, Giovanni Falier, senador, se convirtió en su protector y fue el que se encargó de costear la educación de Antonio bajo la batuta de Giuseppe Bernardi, uno de los escultores más destacados de la época. Y como quien tiene padrino se bautiza, él se empapó de las mejores colecciones y esculturas de la época antigua, pertenecientes a la Academia de Venecia y a la colección personal de Filippo Farsetti. Éste último le vendría muy bien para hacer contactos con gente acomodada.
No pasó mucho tiempo hasta que las obras de Canova fueron alabadas dada su habilidad a una edad tan temprana. Fue entonces cuando empezó a recibir sus primeros encargos, como por ejemplo dos cestas de fruta en mármol, por parte del propio Farsetti.
A la edad de 16 años fallece su mentor y pasa a encargarse del taller el sobrino de éste, Giovanni Ferrari. Durante el tiempo que estuvo con él, que fue cerca de un año, creó una copia en terracota de los afamados Luchadores de la Galería de los Uffizi. La Academia reconoció su mérito otorgándole el segundo premio.
Giuseppe Bernardi le encargó dos esculturas a tamaño real: Orfeo y Eurídice. Estuvieron expuestas en la plaza San Marcos y este hecho le dio la oportunidad a Canova de que un importante integrante de la familia Grimaldi se fijara en sus obras. Fueron tan de su agrado que le encomendó una copia de ambas estatuas, ahora expuestas en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
La última obra, realizada en Venecia a sus 20-22 años, y antes de su partida a Roma, fue Dédalo e Ícaro, esculpida entre 1777 y 1779. En aquella época no tenía un estilo definido, sino que era una mezcla del estilo rococó debido a la apariencia recargada propia de ese método, y a la vez con un toque de arte veneciano, que le otorgaba un aire de naturalidad a las obras.
En 1779 pone rumbo a Roma, la ciudad más importante, culturalmente hablando, de la Europa de aquella época. Todo artista que quisiera tener reconocimiento debía afincarse en esta ciudad una temporada.
En los primeros años de su estancia realiza la obra Apolo coronándose a sí mismo (1781-1782). Finalmente acabaría donada a la Academia tras ser elegido como miembro de la misma.
En su periodo en esta ciudad, visita Bolonia y Florencia para perfeccionar su arte y mejorar su técnica.
En pleno auge para el aprendizaje del neoclasicismo, había réplicas exactas de obras para que los pupilos pudieran examinarlas de primera mano y así poder plasmarlo luego en sus obras. La metrópoli contaba con multitud de monumentos antiguos y grandes series. En definitiva, la ciudad era una galería al aire libre para el deleite de los artistas.
Antes de marcharse, consiguió recomendaciones escritas de Venecia para entregarlas en Roma a su llegada, así como una retribución de 300 ducados al año, que se alargaría 3 años. Al llegar a Roma fue recibido por el embajador Cavalier Girolamo Zulian, el cual era un hombre instruido en arte. Zulian estaba tan embelesado por Canova, que expuso en su propia casa obras del artista. La exhibición constaba del grupo escultórico de Dédalo e Ícaro, llegados desde Venecia y que deslumbraron a todos los visitantes.
Afincado en Roma, completó sus estudios literarios para indagar aún más en las obras del pasado. Mejoró notablemente su francés y pudo ponerse a la altura de grandes mentores de aquel período. Teseo y el Minotauro (1781) fue su primera escultura en Roma y fue financiada por Zulian. La gente la recibió con gran afecto y devoción.

Sus siguientes encargos fueron una pequeña réplica de Apolo coronándose a sí mismo (1781-1782) y una estatua de Psique (1793). La primera petición fue por parte del príncipe Rezzonico y la segunda por Zulian. El más importante llegó de la mano del grabador Giovanni Volpato. Tenía para él un encargo de parte del Papa Clemente XIV. Concretamente consistía en un cenotafio (monumento funerario) que iría a parar a la basílica de San Pedro. Dado que Canova percibía una pensión por parte del estado, pidió permiso al Senado de Venecia y esperó a su consentimiento para empezar a realizar la obra.
Cuando lo logró, cerró su taller de Venecia y decidió trasladarse a Roma para ejecutar el encargo. Durante cuatro años trabajó duro y por fin, en 1787, pudo inaugurarse. Como era de esperar, recibió grandes elogios por parte de los críticos. Durante ese periodo también realizó proyectos menores.
Durante cinco años se dedicó a la elaboración de un monumento funerario para el Papa Clemente XIII. La obra fue entregada en 1792.
Los años posteriores los empleó en la producción de distintas copias de Eros y Psique en diferentes posturas. Gracias a esto recibió una invitación por parte de la corte rusa en la que se le invitaba a afincarse en ella. Finalmente Canova rechazó la invitación por su vínculo con Italia.
La carga de trabajo le pasó factura al usar reiteradamente el trépano. Esto le causó el hundimiento del esternón, por lo que, después de la invasión por parte de los franceses, Antonio Canova decidió retirarse a su ciudad, Possagno. Durante su estancia allí decidió dedicarse a la pintura.
También realizó un viaje a Alemania junto al príncipe Rezzonico. Durante su paso por Austria, le fue encargado un cenotafio para la archiduquesa María Cristina, que hoy en día se considera una obra muy importante, y también se le encomendó traer a la capital una de las esculturas que inicialmente estaba destinada a Milán: Teseo y el centauro.
En su vuelta a Roma, elaboró una de sus obras maestras, Perseo con la cabeza de Medusa (1800-1801). Este encargo propició su nombramiento como Caballero, título que le otorgó el mismísimo Papa.
El 10 de agosto de 1802 le proclamaron Inspector General de Antigüedades y Bellas Artes de los Estados Pontificios de la mano del Papa Pío VII. Esto le otorgaba derechos como expedir autorizaciones de consentimiento para excavaciones arqueológicas, supervisar restauraciones, la compra de antigüedades, y un gran etcétera. Todo ello se lo podía permitir puesto que se le consideraba un experto con la capacidad óptima para poder juzgar la calidad de las obras de arte además de presuponer su interés por la preservación de las colecciones papales. Tal era la importancia del cargo que entre 1805 y 1814 otorgó distintas becas a artistas noveles italianos. Este cargo lo ostentó hasta el final de sus días. Además, haciendo uso del mismo, abrió nuevos museos y compró unas 80 obras para donarlas y exponerlas en ellos.
También fue nombrado, en 1810, presidente de la Academia de San Lucas, siendo ésta el organismo artístico más importante de Italia en aquella época. Estuvo presidiendo la Academia hasta 1815, fecha en la que recuperó obras tremendamente importantes para el país de las manos de Napoleón, que se había encargado, junto a su ejército, de usurpárselas al pueblo italiano. Entre estas obras se encontraban algunas de Rafael Sanzio.
En 1816, tras la recuperación de las obras, el Papa le aumentó la pensión. Pasó de cobrar 300 ducados, a cobrar 3000. También se le registró en el Libro de Oro del Capitolio como marqués de Ischia.
Últimos años
Canova ideó un plan sobre otra obra, esta vez de estilo religioso. Estaba financiada por él mismo, y aún así, la idea de exhibirla en Roma quedó truncada. Finalmente la escultura fue elaborada en mármol y a escala más pequeña que la inicial. Fue llevada a Londres por petición de Lord Brownlow.
Tiempo después, empezó la construcción de un templo en la ciudad donde nació, y fue allí donde acabó la figura original acompañada de otras obras. Es en ese santuario donde acabarían reposando sus cenizas. En el año 1819 se colocó la piedra inicial.

Todos los otoños regresaba a ver el avance de su obra y dar pautas a los maestros de obras animándolos con medallas y remuneraciones económicas. Pese a todo, la compañía era tan cara, que el artista no tuvo más remedio que trabajar de nuevo a contrarreloj luchando con su avanzada edad y sus patologías varias. Sus piezas más célebres datan de este período.
Viajó de nuevo a Nápoles en mayo de 1822 para ver como iba el levantamiento de prototipo para la escultura ecuestre del rey Fernando I de las Dos Sicilias. De camino hacia allí, su salud empeoró, aunque al llegar a Roma mejoró bastante; pese a todo, en su viaje anual a Possagno su salud se terminó de agravar. Se desplazó a Venecia, donde finalmente murió consciente y tranquilo. Las últimas palabras que exhaló con su último aliento fueron: Anima bella e pura (alma hermosa y pura), frase que repitió varias veces antes de fallecer.
Los amigos que estuvieron presentes en su último viaje, describieron que su rostro alcanzó un incremento de luminosidad y de gesto, como si estuviera presenciando un éxtasis piadoso. La necropsia hecha días después a su muerte, evidenció que su intestino había sufrido una oclusión del intestino por necrosis a la altura del píloro. El funeral se realizó el 25 de octubre de 1822. Recibió los más altos honores. Las gentes de la ciudad, conmocionadas por la dura pérdida, y los más altos eruditos, se enfrentaron por llevar el féretro. El cuerpo fue sepultado en el Templo Canoviano de Possagno y su corazón colocado en una urna de pórfido en la Academia de Venecia. La estatua, donde transportaron su corazón se puede ver en la basílica de Santa María dei Frari de Venecia.
🗿 Obras
Sus obras, inspiradas en la Grecia antigua, tocan diferentes temas como lo son: los héroes, los personajes de la mitología griega y los monumentos fúnebres.
Entre sus muchas esculturas conocidas se pueden mencionar “Las Tres Gracias”, “Orfeo y Eurídice”, “Venus Victrix” y “Psique reanimada por el beso del amor”.
Con sus obras intenta transmitir la máxima belleza. Pese a que sus gestos pueden parecer fríos, se aprecian emociones varias. Son creaciones que están cargadas de puro erotismo y sensualidad. A diferencia de otros estilos, el utilizado por Canova plasma perfectamente el movimiento de la figura pero a través de un aspecto inmóvil.
Eurídice y Orfeo (1776):
Estas esculturas están realizadas en piedra de Vicenza y miden 2’03 metros. Están inspiradas en el mito de Orfeo y en dos poemas de Ovidio y Virgilio; Metamorfosis y Georgics respectivamente. Se puede leer un breve epígrafe con algunos versos. Se encuentran expuestas en el salón de baile del Museo Correr de Venecia.
Psique y Cupido (1793):
Conocida también como El amor de Psique o El beso, está esculpida en mármol blanco. Nos quiere transmitir la tentación de fundir cuerpo y alma. Se encuentra actualmente expuesta en el Museo del Louvre en París.
Monumento Fúnebre de María Cristina (1798-1805):
Su esposo, Alberto de Sajonia-Teschen, mandó construir este monumento a la muerte de ésta. Quería rendir homenaje a su esposa por todas las cosas buenas que tenía y por toda la bondad que transmitía. Se encuentra en el interior de la Iglesia de los Agustinos de Viena.

Magdalena Penitente (1793-1796):
En el arte religioso o cristiano la iconografía es un tema muy utilizado. Podemos ver a María Magdalena arrepintiéndose de sus pecados. Actualmente está expuesta en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
Perseo con la cabeza de Medusa (1800-1801):
Se la conoce también como Perseo triunfante, está esculpida en mármol e inspirada en el Apolo del Belvedere (admirado por ser de una belleza insuperable). Vemos a un campeón sereno y triunfante después de luchar con la Gorgona Medusa. Podemos ver esta obra en el Patio Octógono de los Museos Vaticanos. Existe una segunda versión expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Leticia Ramolino Bonaparte (1804-1807):
Ésta obra está tallada en mármol y expuesta en el Salón de París. Forma parte de la colección de Devonshire en Chatsworth House. Ésta escultura es singular por su expresión vital y seductora. Muestra una sonrisa cómplice al público.
Paolina Borghese como Venus Victrix (1805-1808):
Esculpida en mármol y retratando mitológicamente a Paulina Bonaparte como la diosa Venus, más concretamente a Venus Victrix (Venus victoriosa). Es de tamaño natural, se encuentra semidesnuda, solo un sutil velo cubre las caderas, el pubis y parte de sus piernas. En su mano izquierda tiene una manzana (la manzana de la discordia que fue el premio de la diosa, que venció en el juicio de Paris1). Actualmente la podemos hallar en la Galería Borghese en Roma.
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